miércoles, 8 de abril de 2015

La historia de Ragnana

Lo desconocido siempre asusta a los seres humanos, por eso no es que no me sorprenden las reacciones tan diversas que provocó la aparición de Ragnana.
Yo lo conocí en su último día de vida, pero se quedó en la mía para siempre. Es difícil olvidar que, gracias a una araña con cabeza humana, la categoría universitaria de los Eagles de Filadelfia ganara el primer y último partido que presencié de ellos. Al tener un cuerpo arácnido era más pequeño que todos los demás jugadores, pues tenía el tamaño de una tarántula y también era más rápido que ellos, por lo que logró anotar en varias ocasiones.
Como en toda historia de seres extraños, su existencia se explicó desde distintas perspectivas. Los científicos dijeron que era una mutación de laboratorio, resultado de los intentos fallidos de traer a la realidad a un Spiderman. Los líderes religiosos de todo el mundo, por fin se pusieron de acuerdo en algo al opinar que era un demonio y que el final estaba cerca. El caso contrario fueron quiénes creían que se trataba de un ser divino y formaron sectas en su nombre.
Como es de esperarse, no faltó quienes buscaron lucrar con el "fenómeno" y fue así como se integró al mundo del fútbol americano universitario, en donde fue recibido como Ronaldinho en el Querétaro.
Esa noche, después del partido, sucedió una tragedia. Los aficionados del equipo contrario estaban tan molestos por la derrota que quemaron las instalaciones en donde se llevó a cabo el encuentro. Yo quedé atrapado entre las llamas y, por un momento, sentí como mi vida se consumía junto con mi cuerpo. Mientras los bomberos hacían su trabajo, Ragnana me rescató.
Recuerdo perfectamente la escena cuando lo vi aparecer entre las llamas, creí que en realidad era un demonio que venía a saldar cuentas conmigo.
— ¿Por qué lo haces? — pregunté.
— Porque quiero ayudar a los humanos — contestó. Entonces comprendí que él tenía más humanidad que muchos de nosotros.
Me desmayé y desperté tres días después en la cama de un hospital. Pregunté por mi salvador, a lo que los médicos respondieron que había muerto después de rescatarme.
Años después, cuando me recuperé, quise investigar el origen de Ragnana y, para mi desfortuna, no encontré gran cosa.
Cuentan que hace algunos ayeres, una pareja de ancianos residentes en Filadelfia, escucharon el llanto de un bebé a las afueras de su casa, por lo que acudieron al llamado de este indefenso ser. Lo criaron como a un hijo, a pesar del rechazo social que sufrieron.
¿Por qué decidieron adoptarlo en lugar de deshacerse de él? No lo sé, la pareja había muerto y nadie se preocupó por preguntarles, o si lo hicieron no quedó registro de la respuesta.
¿Cuál fue su verdadero origen? Nadie lo sabe, sólo son especulaciones. Lo que si sé es que me enseñó una gran lección, para la cual utilizaré una metáfora que no tiene nada que ver con el americano, sino con mi profesión: la música.
Si los seres humanos fuéramos música, podríamos crear grandes obras, sin importar nuestras diferencias, sin importar si somos blancas o negras, redondas o corcheas, sostenidos o bemoles.
Si los seres humanos fuéramos música, nos uniríamos en un pentagrama y gracias a la gran gama de notas que existe podríamos escribir melodías en donde hasta los silencios aportarían a nuestra obra.